«Caza al asesino», por José Luis Muñoz

caza_asesino_posterJosé Luis Muñoz

No conozco la novela de Jean-Patrick Manchette, uno de los iconos del polar francés, que quizá sea muy buena, pero flaco favor le hace Pierre Morel (Distrito 13, Taken, Desde París con amor) con esta adaptación de Caza al asesino, una coproducción entre Francia, Reino Unido y España rodada en alguna excolonia francesa de África, Londres y Barcelona según avanza la trama.

Un sicario llamado Jim Terrier (Sean Penn) que trabaja para los intereses de un consorcio minero tiene que dejar África y a su novia Annie (Jasmine Trinca), una cooperante humanitaria, después de hacer su trabajo. De forma misteriosa, ya en Europa, se irá enterando de que todos los asesinos a sueldo que participaron en la operación están siendo liquidados e investiga, a su manera, quién está moviendo los hilos para que ese atentado en África no salga nunca a la luz pública.

Podría parecer, sobre el papel, un guion interesante, y hasta ser una película atractiva porque se mueve por escenarios variopintos y apunta alguna crítica social sobre las tropelías que Occidente perpetra en la desangrada África, pero no. La realización de Pierre Morel es convencional, explosiones, persecuciones de coches, peleas, sangre a raudales, y el dibujo de los personajes, inexistente. Que un asesino sin escrúpulos, y el personaje que interpreta Sean Penn, metamorfoseado en Steven Siegel o Jean-Claude Van Damme, músculos incluidos, quizá el efecto especial más espectacular del film, después de asesinar a medio planeta con manos, pies, cuchillos aserrados, pistola o metralleta, acabe en una ONG como si fuera Vicente Ferrer no se lo cree nadie con dos dedos de frente. Que una delicada trabajadora humanitaria quede prendada de tan letal sujeto, tampoco. Que la última secuencia de acción transcurra en los toriles de una plaza de toros y con una corrida en la que el malvado Cox (Mark Rylance) se las vea con un toro como Ursus, parece un chiste. Faltaba el tablao flamenco.

Se preguntará el espectador qué hacen en esta película dos tipos tan solventes como Sean Penn y Javier Bardem que, habitualmente, se muestran muy exigentes a la hora de escoger sus papeles para no enturbiar sus carreras. Quizá al primero le apeteciera repartir mamporros, algo que hace con frecuencia en la vida real, y al segundo tomarse unas copas con él durante el rodaje y así su secuencia como el dipsómano Félix, que tiene una masía espectacular en el Ampurdán, parezca más real.

Hay en Caza al asesino, eso sí, magníficos planos turísticos de la Ciudad Condal, rodados con dron, y entramos en el Peñón de Gibraltar, cinematográficamente hablando.

Para fans de películas de acción que odien pensar. ¿Envidia Sean Penn a Liam Neeson?

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