«El honor es una mortaja», de Carlos Bassas, por Jesús Lens

Cubierta_El honor es una mortaja_12mm_121013.inddJesús Lens Espinosa de los Monteros

La pregunta es: ¿por qué he tardado tanto en leer El honor es una mortaja, de Carlos Bassas, ganadora del VII Premio Internacional de Novela Negra Ciudad de Carmona y publicada por la editorial Almuzara en su extraordinaria colección Tapa Negra?

Solo la portada, ya es una pura gozada, abierta a múltiples interpretaciones. ¡Menos es más! Sobre todo cuando ese rojo lunar tiene tantas connotaciones. Una de ellas queda inmediatamente expuesta al leer el prefacio de la novela, que nos retrotrae al Japón de 1701 y a la histórica leyenda de los 47 Ronin y al arte marcial del Iaido.

No tardaremos, sin embargo, en estar en la España contemporánea. Esa España de hoy en la que las que grupos criminales provenientes del Este de Europa se han enseñoreado de negocios turbios como el de la prostitución, por ejemplo. Y, así, tipos como Pavel Ilianescu, gordo, sucio, fofo y bastante repugnante; trata de lavar los platos en el fregadero de la sucia cocina de su sucia casa, antes de irse a trabajar.

De repente, Pavel recibirá una visita. Inesperada. Una visita, además, extraña. Muy extraña. La visita de un tipo anodino. Un medianías. Uno de esos sujetos con los que puedes estar hablando un rato y, a los cinco minutos, olvidar que lo has conocido. La particularidad es que el individuo, además de tratar de dispararle con un arma corta, le mete una paliza con un bate de béisbol.

Todo esto ocurre en las primeras cuatro o cinco páginas de una narración que, a partir de ese punto, ya no soltará al lector. Una narración contada desde varios y muy distintos puntos de vista: el de los mafiosos, el de los policías encargados de llevar adelante la investigación y el de un misterioso investigador privado.

Y, por supuesto, está la historia del medianías. Del tipo anodino. De ese Don Nadie que, sin embargo, tanto tiene que decir.

No. No hay katanas. Aunque hayamos hablado del Japón medieval y de los 47 Ronin. Aunque el espíritu de la novela y (algunos de) sus personajes, tengan mucho que ver con el espíritu del Iaido.

La lectura de El honor es una mortaja me trae ecos del Hitchcock menos conocido: el de Cortina rasgada. Y del fatalismo de algunas novelas y relatos clásicos del noir norteamericano, como Los asesinos de Hemingway.

Una novela extraordinaria que irá sorprendiendo al lector ya que, cada vez que descubra algo sobre los personajes y sus circunstancias, Carlos Bassas habrá hecho avanzar la historia un par de pasos más allá, manteniendo un permanente estado de tensión.

Hasta llegar a un final que… ¡ay, ese final!

De verdad. No hagas como yo. No demores la lectura de El honor es una mortaja. Te va a gustar sí o también y, finalizada la novela, te vas a descubrir a ti mismo recordando varios de los momentos, personajes y situaciones leídos. Muy contento por haber entrado en el fascinante, poliédrico y oxigenante universo de Carlos Bassas del Rey.

El honor es una mortaja
Carlos Bassas
Almuzara (Tapa Negra)

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3 comentarios en “«El honor es una mortaja», de Carlos Bassas, por Jesús Lens

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