Nostalgia en negro: «La muerte elige», de Curtis Garland, por Juan Mari Barasorda

Juan Mari Barasorda

“Yo disfrutaba mucho escribiendo, me entretenía, sobre todo con los temas del Londres victoriano, Jack el Destripador o el policial negro”.

Quien así hablaba no hace tanto (era el año 2012) era un barcelonés nacido en el Paralelo en 1929. Se llamaba Juan Gallardo Muñoz, pero para ese mundo en que habitamos los lectores eligió el nombre de Curtis Garland, aunque también fue Donald Curtis, Klent Dannis, Donald Forrester, Elliot Turner, Dan Kirby, Lester Maddox, Mark Savage, Frank Logan, Jason Monroe o Walt Sheridan. Incluso habitó en nombres femeninos como Addisson Starr o Martha Cendy.

Para el lector policial siempre será Curtis Garland, el nombre fabulado que su editor (Manuel Rollán) eligió juntando a modo de puzle la mitad del seudónimo que utilizó en su primera novela en Bruguera, Donald Curtis, con el empleado para la editorial Toray, Johnny Garland. ¿Y quién fue Curtis Garland? Muchos de los hoy jóvenes escritores y lectores policiales encontraran excelentes artículos recordando a este prolífico escritor (el número 6 de la inolvidable revista Orsay contiene una magnifica semblanza firmada por Laureano Debat de obligada lectura) sin contar su autobiografía, Yo, Curtis Garland, publicada por la Editorial Morsa. Modestamente creo tener la obligación de dar a conocer a este barcelonés universal al lector policial que aún no lo conozca ahora que se cumple el segundo aniversario de su fallecimiento.

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Juan Gallardo Muñoz, más conocido como Curtis Garland

 

Juan Gallardo/Curtis Garland fue uno de los destajistas del “bolsilibro”, aquellas novelitas pequeñas que se vendían en los quioscos a duro. Terror, ciencia ficción, novelas del oeste y policiacas escritas por desconocidos autores de nombre anglosajón que los lectores policiales más glotones devorábamos continuamente. Aquellos que como Juan Gallardo habían llegado a este mundo extraordinario, heredero de los pulps americanos, sabían que su recompensa difícilmente sería la que pudieron tener aquellos que, como Dahsiell Hammett, encontraron reconocimiento y fortuna gracias a saber transmitir en relatos cortos y pequeñas “novelitas” un mundo soñado en blanco y negro que dio lugar a un género, el de la novela negra, que ni ellos mismos alcanzaban a imaginar que atraparía a millones de lectores en épocas futuras.

Su trabajo era escribir cinco novelas al mes, saltando muchas veces de un género a otro y generando una literatura que durante décadas ha sido excluida de los cánones del género al que rendían culto. Triste sino para aquellos escritores.

A Curtis Garland le gustaba especialmente la novela policial, la novela negra. Empezó con la crítica cinematográfica y fue en una entrevista con George Sanders cuando este le animó a publicar su primera novela. La novela fue una novela negra, La muerte elige, y se publicó en 1953 con el número 41 de la serie Detective de los Bolsilibros de Bruguera. Desde entonces fueron más de 2000 los títulos que salieron de la pluma de Curtis Garland. Muchas de ellas -no la mayoría- fueron novelas policiales, con las que más disfrutaba, aunque los editores le pedían las del Oeste porque eran las que más se solicitaban. Buen momento, por cierto, para recomendar la lectura de un policial magnifico, Una del Oeste, escrito por Javier Abasolo y publicado por Erein y ya reseñado en esta revistaen el que el mundo de la novela negra se funde con aquellos bolsilibros del oeste como los que escribieron Curtis Garland y el inolvidable Marcial Lafuente Estefania.

Tras La muerte elige, y entrelazadas con duelos en el viejo Oeste, pasadizos y vampiros en siniestros castillos y aventureros del espacio, los policiales que tanto gustaban a Juan Gallardo siguieron viendo la luz: Cerco de sombras, Blues en negro, Psicoanálisis, Neurosis criminal, La dama usaba veneno, Manhattan, Matando con música, Flores en tu funeral, ¡Silba, muerte, silba! o Muere, querido lector y así hasta más de cien títulos.

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El Curtis Garland policial disfrutó además escribiendo las biografías de Edgar Allan Poe o de Agatha Christie y guiones para noirs ya olvidados como No dispares contra mí (José María Nunes, 1961), Nuestro agente en Casablanca (Tulio Demichelli, 1966), Sexy Cat (Julio Pérez Tabernero, 1973) enmarcada en el fumetto nero, es decir, en aquel subgénero del cine italiano que rendía culto al cómic negro para adultos, y El pez de los ojos de oro (Pedro L. Ramírez, 1974), incursión en el mundo del giallo siguiendo los pasos de los títulos encumbrados por Darío Argento.

Pero el fin de los Bolsilibros de Bruguera en los ochenta no fue el final del Curtis Garland escritor. Publicó en 2008 un thriller histórico: La conjura (Ediciones B), un retrato del Madrid del siglo de Oro, el de Velázquez, Quevedo y Góngora, espadachines y misteriosos asesinatos como aquel que se cantaba Pero decidnos quien mató al Conde que tan magníficamente noveló Néstor Lujan. Un Madrid que esconde un enigma tejido por la maestría de Curtis Garland.

Las Oscuras NostalgiasEn 2011, y ya con 81 años, publica Las oscuras nostalgias, un policial en el que inspector de policía Cesar Velasco, natural de Benavente -la localidad zamorana que acogió a Juan Gallardo en su juventud y que fue su ciudad adoptiva-, pretende desentrañar un crimen ocurrido en la Barcelona que tan bien conocía Curtis Garland. Una novela salpicada de homenajes al cine negro desde su misma portada (carteles de Laura, Casablanca, ¿Pero quién mato a Vicky?) y a la vez un homenaje a su mujer, Teresa, a la que tanto quiso. Una edición que fue una sorpresa para sus lectores no sólo gracias a la editorial (Colección Death Club de Multieditors) sino también a su hija Mercedes, que insistió en su publicación. Una investigación de un detective crepuscular de “espaldas encorvadas”, dispuesto a resolver un crimen dormido “cueste lo que cueste”. Un regalo.

Justamente tras su fallecimiento, la editorial Akal publica el Volumen III de su antología Bang, bang, estás muerto, y allí podemos encontrar un relato de los preferidos de Donald Curtis: Flores en tu funeral. El detective clásico. Rudo. Chicago. Drogas y flores. Y un funeral. Novela negra en estado puro. Sin duda los volúmenes publicados por Akal son el mejor homenaje (con los prólogos escritos por Luis Conde y Moncho Alpuente, especialmente emotivo el titulado «Cambio de novelas”) para aquel subgénero fecundo y casi olvidado del libro policiaco de bolsillo. Como acertadamente señala Moncho Alpuente: “…nuestros autores de quiosco favoritos nunca faltaban a sus citas, escribían como galeotes, cobraban como peones y exprimían sus meninges para sacar todo el jugo posible de sus cerebros mercenarios… aporreando una renqueante maquina de escribir… y bullendo en sus cabezas imágenes del cine negro y escenarios hollados por los clásicos americanos del genero…”.

En 2014 el regalo nos lo hace una editorial de nuevo cuño, Darkland, reeditando una antigua novela ya editada en la colección SS de Bruguera: El fantasma de Baker Street. Esta vez es el Curtis Garland victoriano, el de Londres de 1888 –Asesino en la niebla, Rue Morgue 13, El pánico invisible o Niebla en Whitechapel-, el que escribe. Un pastiche holmesiano narrado en tiempo presente por un escritor de pulps, Shylo Harding, quien, en una visita turística al Museo de Sherlock Holmes en Londres, descubre el manuscrito de un tal Dr. Weston que relata la investigación de un detective victoriano, Shelby Hakes, tras los pasos de un asesino en serie. Una novela, un pulp, que, como todos los de la época dorada de los setenta escritos por Curtis Garland, se lee con facilidad y que bien se merecía la reedición citada.

También a finales de 2014 la editorial DLorean nos ha hecho un regalo: la edición de El asesino imposible, la ultima novela inédita de Curtis Garland. Un policial clásico. Hollywood. Un asesino en serie. Un policía retirado y un periodista, hijo del anterior, tras las claves que les llevarán a descubrir al asesino. Un asesino ¿imposible? Nuevamente las claves, los resortes que con maestría siempre engranaban en la pluma de Curtis Garland. Nuevamente un policial, su género preferido.

la muerteY ya en 2015 la editorial Darkland nos vuelve a traer a Curtis Garland. ¿Se puede reseñar un libro aún no publicado? En este caso sí, porque se trata de la reedición de tres de las novelas que, como Donald Curtis, escribió para Bruguera, incluyendo la primera de todas, La muerte elige, que dará título al libro y con el añadido de ¡Silba, muerte, silba! y Cerco de sombras. Ya puedo adelantar que no sólo será un buen momento para descubrir al maestro, sino además para conocer del pulp como literatura, como germen de la novela negra. Ahora que las estanterías están cubiertas por bestsellers negros de “largo metraje” (por encima de las 800 páginas y fantásticamente escritos muchos de ellos, que también hay que decirlo) hay que saber disfrutar de esta otra categoría a caballo entre el relato corto y la novela. No era Curtis Garland pródigo en la descripción de ciudades, ambientes o situaciones. Lo suyo era la amenidad, la capacidad de que esa novela, que se podía leer en un viaje en el tren o en el sofá antes de dormir, dejara una sonrisa de complicidad en el lector. Un lector que se sentía -yo me sentía- integrante de la historia. Una historia que, al final, además, siempre tenía final feliz.

La nostalgia (saudade, en portugués) es un sentimiento que no siempre significa felicidad. El recuerdo de Curtis Garland, sí. La semblanza del Curtis Garland policial y de su obra es por sí misma merecedora de un homenaje desde esta revista digital. Si Silver Kane, la transmutación literaria de Francisco Gónzalez Ledesma que le permitió subsistir en aquellos años de dictadura, dejó paso al escritor reconocido y premiado (con el Planeta nada menos), Curtis Garland nos ha dejado a Curtis Garland el maestro, que no poco. Curtis Garland, como Keith Luger (Miguel Oliveros Tovar), Lou Carrigan (Antonio Vera), Clark Carrados (Luis García Lecha) y tantos otros que abandonaron los quioscos un día para vivir en el recuerdo de miles de lectores, sigue vivo. No escribían novelas para adornar una biblioteca, eran novelas para leer, para imaginar, y éste es su mayor valor, la razón por la que no serán olvidados.

El lector nostálgico pasará el testigo al joven lector policial, quien puede que antes de leer la buenas -buenísimas- novelas negras de 800 o más páginas que cubren estanterías con llamativos reclamos, comience leyendo pequeñas novelas que escasamente pasan de las cien. ¿No empezó Poe con una “antológica” recopilación de relatos cortos? ¿O Hammett en Black Mask y toda aquella pléyade de pulps con los que nació la novela negra? Tal vez asistamos en los próximos años a nuevas recopilaciones de este género que fue, sin dudarlo, el caldo de cultivo de la generación que ha alumbrado la novela policial y negra en España tal y como ahora la conocemos y disfrutamos. Incluso aquellos que leímos -en un no lejano 2013- las (excelentes) crónicas por el fallecimiento de Curtis Garland de quienes le conocieron y disfrutaron de su amistad en sus últimos años, todavía recordamos la referencia a una novela inacabada que se iba a llamar Asesinatos exquisitos, con un asesino en serie oculto por una misteriosa mascara veneciana, y soñamos que una vieja Olivetti de los años 70 continua repiqueteando en el mágico lugar donde habitan los mejores escritores policiales que ya se fueron.

 

La muerte elige

Curtis Garland
Darkland

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