«Te quiero porque me das de comer», de David Llorente, por Ricardo Bosque

tequieroRicardo Bosque (@ricardo_bosque)

Primera parte

Vamos a ver, ¿tiene usted algún manual de gramática española a mano? ¿Sí? Estupendo, empezamos bien.

Y el nombre de Pepe Carvalho, ¿le dice algo? O, en su defecto, ¿un tal Bradbury y una novela titulada Fahrenheit 451? No me diga que no le suena de nada. Claro, ya me imaginaba yo que, si leía esta revista, cultura no le iba a faltar.

Por último, ¿alguna chimenea a su disposición? Wow, perfecto, perfecto. Pues nada, ya sabe: déjese llevar por lo que le sugiera pensar en el tal Pepe y el amigo Ray, despedace lentamente el manual -con ensañamiento si es preciso- y alimente el fuego poco a poco, página a página. Pero cuidado, no lo cuente a sus amigos y mucho menos difunda la idea en las redes sociales si no quiere que le acusen de enaltecimiento del terrorismo ortográfico, de atentado virtual contra la RAE o cualquier otro neodelito que pueda salir de los obtusos cerebros de Fernández y Gallardón.

Bien, veo que ya está preparado, que al menos ya cuenta con los elementos necesarios pero no suficientes para iniciar la lectura de Te quiero porque me das de comer, de David Llorente. Pero toméselo con calma, poco a poco, no se apresure. Es más, lea veinte, treinta, cuarenta páginas como máximo y trate de asumir lo que acaban de ver sus ojos, porque estoy plenamente convencido de que, desde el punto de vista formal, jamás se habrá enfrentado a cosa semejante. Bueno, tal vez si ha leído algo de Saramago pueda hacerse una idea, así, a bote pronto, pero si no…

Cierre el libro, respire hondo y deje que la lectura efectuada repose unos días. Que resude, como decimos en mi tierra cuando dejamos la paella con un trapo de cocina o un periódico encima unos minutos antes de servirla a los comensales.

Vale, trate de desprenderse de los recuerdos de esas primeras páginas y comience de nuevo. Olvídese de todo lo demás: no hay niños a los que llevar al centro comercial, no hay perro al que sacar a mear, no hay zapatos que lustrar porque mañana tiene usted una entrevista de trabajo, un curro de mierda pero es lo que hay. No. Céntrese en lo que estamos. Y despréndase, ya puestos, de todos sus prejuicios, de lo que le enseñaron en el colegio de cómo debía ser una novela, de lo del planteamiento-nudo-desenlace, de los puntos de giros, conflictos, tonos narrativos y pollas en vinagre.

Disfrute.

Sin más.

Sumérjase en la marabunta de personajes, situaciones, retos a los que David Llorente ha decidido someterle. A las crónicas de la depravación que recogen las 317 páginas de la novela, a la miseria -económica y moral- que encierran las calles de Carabanchel.

Acuérdese, si es preciso, de la madre del autor. Eso sí, sin acritud, que diría aquel.

 

Segunda parte

Tras este breve manual de instrucciones para leer Te quiero porque me das de comer, llega el momento de la confesión: semanas antes del lanzamiento de la novela de David Llorente, fui uno de los elegidos, uno de los señalados por el dedo de Gregori Dolz -editor de Alrevés-, uno de los privilegiados con la posibilidad de leer esta novela antes que el común de los mortales, advertido desde el principio de que Te quiero porque me das de comer no era lectura fácil, no era manjar para todos los paladares. Acepté, cómo no, uno no puede negarse a recibir este tipo de regalos. Y no di la talla.

De hecho, sobrepasado tal vez por tal aluvión de personajes, de relaciones entre ellos, de información, de tramas y subtramas, tuve que pedirle a Gregori una tregua. Tuve que pedirme a mí mismo una tregua. Parar. Bajar el balón al suelo y volver a empezar, comenzar el partido de nuevo, desde el minuto uno. Porque, como me sucedió de adolescente con los Tres tristes tigres de Cabrera Infante, era evidente que estaba ante una novela grandiosa, una arriesgadísima apuesta literaria por parte de su autor. Y como me sucedió entonces, entendí que la empresa requería un esfuerzo adicional que, sin duda, merecería la pena.

El de Cabrera Infante se convirtió en uno de mis libros de cabecera. Su cita inicial, esa frase de Lewis Carroll que dice «Y trató de imaginar cómo era la luz de una vela cuando está apagada» se repite en mi cerebro desde entonces.

El de Llorente, sin duda, y releído desde el principio, sin reglas de juego que aceptar, supondrá para mí un antes y un después en el cómo de la novela negra.

 

Epílogo

Oiga: ¿Qué?: Que qué hostias (de reseña) es esto: ¿Por?: ¿Cómo que por? Porque no me ha contado nada de la trama, por eso por: Ya, ni pienso hacerlo: Pues vaya mierda de reseñista está usted hecho: ¿Ah, sí? ¿eso es lo que piensa de mí? De acuerdo, hagamos un trato: ¿Cuál?: Usted lee la novela de Llorente y luego me manda un email con un resumen de la historia en un espacio similar al que yo he utilizado para no contar nada de ella, ¿vale?

Fin.

 
Te quiero porque me das de comer
David Llorente
Alrevés
 

Premio Reto #Muelle14 a la mejor reseña de Te quiero porque me das de comer

 

9 comentarios en “«Te quiero porque me das de comer», de David Llorente, por Ricardo Bosque

  1. cuanta razón tienes, requiere un esfuerzo por la falta de costumbre, por la originalidad. Pero nuestro celebro está preparado para adaptarse y cuando se acostumbra a encajar las piezas del puzle, entras en la espiral de sucesos y ya no hay marcha atrás.

  2. Estupendo el texto.

    Y muchas gracias por una reseña como ésta.

    Ray Bradbury, Cabrera Infante y Saramago son tres salvajes de la literatura con cuyas almas (inmediatamente, nada más leerlos) quise emparentar la mía.

    La mayor tragedia para un escritor es que Fahrenheit 451 ya está escrita y que (en consecuencia) ya nunca podremos escribirla nosotros, ya nunca podremos ser el autor.

    Tu no reseña es una sí reseña. Ya va siendo hora de quitar a los textos literarios las reglas que los encorsetan.

    David Llorente

    • Gracias, David, me alegro de que te haya gustado lo que he escrito sobre tu novela. Y gracias por escribirla, una auténtica maravilla, y eso que lo que cuento es verídico y al principio me sentí desbordado e incapaz de sacarla adelante. Creo que fue, además de por la forma, por el formato: el ebook sirve para la mayoría de las novelas pero la tuya se disfruta y aprecia mucho más en papel.

  3. Me quedo «un antes y un después en el cómo de la novela negra». Lo ciertoes que el género debe experimentar cambios, sobre todo tras tanto thriller nórdico con su fórmula: y el asesino es….

  4. Acabo de buscar en internet las primeras hojas, para echarles un vistazo, y sí, es cierto, hay que tomarse con calma la lectura, pero me parece una lectura muy interesante. Por cierto, es la mejor reseña que he leído nunca. Es más, por el momento de las pocas que me ha hecho buscar las primeras hojas del libro, lo que quiere decir que ha despertado mi curiosidad y, ¿no es eso lo que se pretende con una buena reseña? Esta lo es.

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