Consejos para conseguir fama y pasta con una novela negra

Alexis Ravelo

Para empezar, no hace falta que tu novela sea una novela negra. Basta con una novela enigma. O con cualquier cosa que tenga un muerto o un misterio. En cualquier caso, tú escribe lo que te dé la gana y como te dé la gana, que ya luego tu agente, tu editorial y su gabinete de comunicación se encargarán de llamarlo novela negra y no faltará gente que les dé la razón, para que no se note que jamás leyeron a Hammett, a Chandler, a Goodis, a Thompson o a Cain.

Para el comienzo no tienes que exprimirte demasiado las meninges: el cadáver (o una parte del cadáver) de una chica muerta, un millonario degollado que andaba en asuntos turbios o un donjuan con los genitales destrozados pueden servirte como arranque. Para investigar, te valdrán los siguientes personajes: poli (que puede ser de dos subtipos principales: burocrático en equipo o lobo solitario antisistema), detective (idénticos subtipos), periodista (en este caso, siempre del segundo subtipo; los del subtipo burocrático en equipo se dedican sistemáticamente a copiar y pegar), forense, parte del cuerpo jurídico (abogados, jueces, secretarios del juzgado).

Cualquiera de esos arquetipos puede ser de cualquiera de los dos sexos. Te resultará útil que sean de mediana edad, para que parezca que, pese a su brillantez innata, están algo quemados. No tienen por qué ser especialmente interesantes, bastará con que les inventes un infierno del que acaban de salir (para esto pueden servirte un divorcio, un pleito civil que acaban de perder, el alcoholismo, la drogadicción, la muerte de un pariente, la rotura de una uña o una combinación de estas u otras similares circunstancias), una afición (el jazz, la informática, alguna modalidad de coleccionismo o la gastronomía, muy valorada esta última desde que los grandes novelistas mediterráneos, comenzando por Vázquez Montalbán, la introdujeron en el género. Resulta muy útil para rellenar páginas y darte una aire cosmopolita) y largas conversaciones consigo mismo. Que no te asuste esto último, porque los monólogos de tu personaje no han de ser originales ni inteligentes ni lúcidos: solamente han de parecerlo.

Un poco de John Coltrane nunca está de más

Igualmente, tampoco tienes por qué trabajar demasiado en la construcción de tu protagonista: pinta una versión mejorada de tu propia personalidad, lo cual puedes aprovechar para ser, por poderes, esa mujer sofisticada o ese tipo irresistible que no eres. Puede que luego la gente te confunda con el personaje o al personaje contigo y piense que tú participas en la realidad de la parte que te has inventado y al final resulte que ligas más.

Hablando de la realidad: ¿Verosimilitud? ¿Para qué? Mete en tu novela unas cuantas marcas (de cigarrillos, de bebidas, de automóviles, de ordenadores) y haz que tus personajes tomen mucho café y miren mucho el reloj y el calendario. Hecho lo cual, puedes introducir en el argumento cualquier estupidez que se te ocurra, porque ya habrá excusa para que los desinformados digan que tu relato es como-la-vida-misma.

Busca al resto de tus personajes entre las clases media y alta. Introduce algún pobretón para que parezca que tienes preocupaciones sociales, pero, a la hora de la verdad, ¿a quién interesa esa chusma proletaria? Introduce algunos personajes secundarios para que rodeen a tu prota. En el lote deberían ir, al menos, un compañero sexual, un amigo solucionador y un amigo gracioso (ambos pueden solaparse), y una figura reconfortante con los pies en la tierra. Para esto valen exmaridos y exmujeres, madres, padres, abuelos y abuelas o veteranos en el oficio de tu personaje que ya se han retirado del mundanal ruido. Estos últimos no aportan gran cosa a la novela, pero, igual que los soliloquios y la gastronomía, sirven para rellenar páginas. Y rellenar páginas es importante, porque a los lectores que buscas les gusta llevar bajo el brazo o tener en la mesilla de noche libros gordos (para que parezca que son grandes lectores) pero sin demasiada enjundia (para no tener que esforzarse en serlo). Por eso, precisamente, no han leído a Hammett, a Chandler, a Goodis, a Thompson o a Cain. Si no rellenas tú, obligarás a tus editores a aumentar el tamaño de la fuente, disminuir la caja, etc. Ahórrales ese trabajo: rellena. Lo que puedas contar en cincuenta páginas, nunca habrás de contarlo en cinco.

Haz citas. Los guiños musicales, cinematográficos y literarios te hacen parecer una persona de cultura, aunque estés citando una canción Pop de moda, una comedia romántica o un libro igual de perecedero que el tuyo, de los cuales nadie se acordará dentro de diez años.

Fusiona. Si la moda es la novela histórica, sitúa tu argumento cien o doscientos años atrás. Si la corriente es la novela erótica, introduce algunas escenas tórridas, cuanto más escandalosas mejor. De hecho, quienes escriben novela erótica o histórica, también fusionan con la novela negra si esa temporada es lo que está en boga. Que no te amedrente la tarea de documentación: Internet es una fuente inagotable de datos (aunque no sean del todo de fiar) y, en todo caso, si puedes permitírtelo, para eso hay negros, cuyos nombres figurarán en la página de agradecimientos, junto a los de tus padres o tu pareja, que para eso te aguantan.

Algo que no debe preocuparte demasiado es el argumento. Puedes plagiar cualquier novela de Dürrenmatt, de Sciascia, de Hammett, de Chandler. Pero estos no escribían novela enigma, sino novela negra y eso es más difícil. Mejor resultado te dará recurrir a los orígenes, a esos textos que todo el mundo conoce pero no ha leído. Piensa en Stieg Larsson, que, cuando escribió Los hombres que no amaban a las mujeres le coló a millones de lectores una mezcla de los argumentos de La piedra lunar y La dama de blanco, sin darle un duro a los herederos (sean quienes fueren) de Wilkie Collins. Si algún crítico (esos listillos que lo han leído todo) te trinca con las manos en la masa, siempre puedes llamarlo homenaje.

Los diálogos no hay motivo para trabajarlos demasiado. Basta con que sean largos como domingo sin dinero y que le des vueltas una y otra vez a una misma idea. No te preocupes del idiolecto, la verosimilitud y esas estupideces que tanto obsesionan a los escritores. La gente normal dice a cada momento cosas como: “Háblame de su pasado” o “Los que matamos por placer vivimos una vida completa”. Y, por supuesto, un yonqui emplea el lenguaje exactamente igual que un ministro. ¿O no?

El desenlace. Que eso tampoco te quite el sueño. Lo importante es que el personaje protagonista se salga con la suya, solucione sus problemas y se vaya de rositas habiéndose llevado solamente alguna paliza sin mayores consecuencias y después de follar mucho y bien; todo esto aunque no se haya manchado las manos de sangre y no haya evolucionado en absoluto. El que quiera aprender algo, que vaya a la escuela. Esto es una novela hecha para darte fama y hacerte ganar pasta, no tiene por qué remitir para nada a la realidad, ni provocar que el lector se haga preguntas acerca de ella.

En cuanto al asesino, lo importante es que al final lo trinquen o muera, para que así quede claro que el criminal siempre paga. Por lo demás, puede ser quien te salga de las ingles en el penúltimo capítulo. Después de 500 páginas, ¿a quién carajo le importa?

Así que ya ves, todas estas cosas son hasta cierto punto indiferentes. Asimismo, la consistencia, el estilo, el dominio de la fluidez narrativa, del tiempo literario o de la creación de atmósferas dan exactamente igual.

Lo importante, lo realmente crucial, es el lanzamiento: tu libro debe salir a la calle como el más vendido en Estados Unidos, Suecia o Calatayud. Deja que tu agente y tu editor te etiqueten utilizando tu edad, tu sexo, tu procedencia o los temas que tratas. Tu trayectoria previa puede venir avalada por tu trabajo en prensa, radio o (mucho mejor) televisión, en una editorial (de corrector, pero eso no lo pongas, que no hace bonito, mejor hazte llamar asesor o asesora), en agencias publicitarias o en cualquier otro sitio “que mole”, aunque confesarás en tu bio que tu verdadera pasión ha sido siempre la literatura. O bien, si no has hecho nada de interés en la vida, puedes decir que primero te autopublicaste y que luego los lectores te han convertido en un fenómeno mundial. Da lo mismo: el papel aguanta lo que le echen. Las fotos, en el escritorio o ante unas estanterías con los libros bien ordenados, preferentemente con una ventana al fondo, cuya luz ofrezca un claroscuro interesante.

Espero que estos consejos te resulten útiles para conseguir fama y pasta con tu novela negra.

Por la literatura no preguntes. Eso está en otro lado.

7 comentarios en “Consejos para conseguir fama y pasta con una novela negra

  1. No hay derecho. He tenido que releerlo tres veces ya que las lagrimas (de risa) me impedían continuar la lectura y perder el hilo (y a ver como hago luego para encontrar el ovillo).
    Al acabar, las lagrimas (de tristeza por lo veraz de tu explicación) me han emborronado el comentario y lo he reescrito tres veces.
    Si es que de servirnos tanto gato por liebre ya no tragamos a no ser que sea siamés, digo liebre montaraz, que para algo no has servido tanto empacho gastronómico de boquilla.
    Estoy a punto de postear sobre Tara Moss, hermosa mujer aunque este calificativo no venga a cuento ya que para cuento el que tiene ella. Lo enlazaré con este ya que me viene al pelo por explicar precisamente lo que yo digo con más torpeza.
    Salud Eladio. digo Alexis, y por muchos años. Y que no tarde la nueva aventura de Alexis, digo de Eladio.
    😉

  2. ¡Mortal! Haberlo sabido antes, me habría ahorrado un sinnúmero de sinsabores intentando hacer algo «literario». Soy una salame de primera categoría, con etiqueta y piolín. De ahora en adelante, sólo crimen al por mayor, sangre y sexo, que se venden solitos. ¡Sr Ravelo, lo declaro mi gurú!

  3. No he tenido oportunidad de decirtelo antes, pero tío : ¡eres un puntal! Mira que hablas clarito clarito y al grano. Verbo fluido y mordaz. Es un lujo leer tus comentarios. Cenquius por todos los consejos. Quizá me lo plantee para la próxima. Desde tu perspectiva, realmente no parece tan dificl llenar las ¿quinientas páginas dijiste?.

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