«Un origen salvaje», de Luis Gutiérrez Maluenda, por Ricardo Bosque

Ricardo Bosque

Cinismo y ternura parecen ser las marcas de fábrica de los detectives que surgen de la mano de Luis Gutiérrez Maluenda. El más conocido de todos ellos es Basilio Céspedes, alias Humphrey -por algo será-, protagonista ya de cuatro novelas: Putas, diamantes y cante jondo, 806 Solo para adultos, Una anciana obesa y tranquila y Los muertos no tienen amigos.

Peor talante tiene otro de sus detectives, Atila, protagonista de Mala hostia, que pudimos leer hace tan solo un año.

Pues bien, la factoría Maluenda parece inagotable a la hora de parir huelebraguetas entrañables y ahora nos llega uno que promete, y mucho. Ah, y no viene solo, sino acompañado por una ayudante con quien le une una peculiar relación familiar.

Como los anteriores, Gregorio Marañón -sí, así se llama el interfecto, aunque también se le conoce con el diminutivo Gori- es un detective que responde a los patrones más clásicos del género: cínico, amante del bourbon, el jazz y las mujeres -y no necesariamente por este orden-, solitario… Bueno, solitario no tanto, que parece ser que le ha surgido una compañía con la que no contaba, una tal Lila Bañeres, pija de la muerte educada en las Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús, malhablada, impulsiva y dotada de eso en lo que Gori tan poco confía a la hora de resolver sus casos: el instinto femenino.

Como estreno de un detective con semejante nombre y apellido, ¿qué mejor que ponerle a investigar el robo de pequeñas cantidades de sustancias dopantes del servicio de Farmacia de un hospital privado? Pero, claro, esto sería pecata minuta para un investigador de la talla de Marañón, y enseguida la historia se verá complicada con la aparición de varios cadáveres cuyas muertes, por fuerza, deberían estar relacionadas.

Como es habitual en el autor, la trama de la novela está perfectamente desarrollada y el lector dispone siempre de los elementos necesarios para llegar a sus propias conclusiones. Los personajes, muy bien caracterizados, con una Lila Bañeres que aporta el contrapunto perfecto al detective protagonista y, por qué no, la nota de color que provoca a menudo su estupefacción al tiempo que arranca la sonrisa del lector. Y los diálogos, otro de los puntos fuertes de la novela -y, por extensión, de la obra de Maluenda-, ingeniosos y caústicos como requiere el género.

Como novedad más notable, el modo de contar la historia, con tres voces narrativas -la de Gori, la de Lila y la del narrador omnisciente- que en ocasiones se superponen consiguiendo un resultado muy efectivo a la hora de comprender los diferentes puntos de vista de quienes están implicados en la historia, tanto los protagonistas como aquellos personajes que se cruzan en sus caminos.

La novela es buena, desde luego. ¿Lo mejor de todo? Que de sus últimas páginas se deduce que la sociedad integrada por Gregorio Marañón y Lila Bañeres debería tener continuidad, lo cual es un motivo de alegría para los aficionados a la buena literatura criminal. Esperemos que la espera -valga la redundancia- no sea demasiado larga.

@ricardo_bosque

 

Un origen salvaje
Luis Gutiérrez Maluenda
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