Una constante en la obra de José Ángel Mañas, desde que debutara en 1994 con sus Historias del Kronen, es el protagonismo que en cada una de sus novelas adquiere la ciudad que les sirve de escenario, un protagonismo que suele elevarse por encima del de los personajes -tanto principales como secundarios- que sustentan sus tramas.
Otra constante, el uso de un peculiar lenguaje, coloquial, deliberadamente imperfecto y que acostumbra a llamar a las cosas por su nombre, hasta el punto de convertir un Peugeot francés en un castizo Peyó, a los neoyorquinos Talkin Heads en una banda llamada Tolkin Jeds o a un actor de la talla de John Wayne en alguien que responde al nombre -mucho más pronunciable- de Yon Huein.
Caso Ordallaba, su última novela, no constituye una excepción a la regla, y en ella Mañas se sirve de dos policías -Duarte y Pacheco- y un asesinato -el de un famoso productor de cine- para mostrarnos una vez más las entrañas de Madrid, la cara más sucia de una ciudad tan ciudad que sus calles pueden estar atascadas por el tráfico incluso a altas horas de la madrugada. O despejadas, por qué no, en el momento más inopinado.
Caso Ordallaba contiene todos los elementos necesarios y suficientes para convertirla en una buena novela de género: una pareja protagonista bien definida, especialmente Pacheco, el subordinado, más interesante como personaje que su superior aunque solo sea por las contradicciones derivadas de su doble condición de garante de la ley y noctámbulo habitual de locales poco recomendables; una trama compleja en su punto justo que permite al lector seguir diferentes líneas de investigación sin, por otra parte, elementos innecesarios que solo contribuirían a desviar la atención del tema que nos ocupa; y unos escenarios reconocibles, rotundamente urbanos y típicos de cualquier ciudad de tamaño medio o grande.
Si a los ingredientes habituales del criminal -sexo, violencia, sobornos, chantajes, dinero sucio- le añadimos ese lenguaje marca de la casa y el conocimiento que el autor demuestra de los escenarios descritos obtenemos como resultado una novela vigorosa, dinámica, en la que averiguar la identidad del asesino antes que el policía de turno -reto al que jamás se resiste un buen lector de novela criminal- pasa a un segundo plano y lo verdaderamente importante es disfrutar con la visita a sus decorados de la mano de dos cicerones pertenecientes a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, los mejores guías imaginables para visitar según qué lugares. Por aquello de, al menos, ir bien protegidos.
Caso Ordallaba José Ángel Mañas Literaturas com Libros
Como bien dices Mañas escribe en Mañense, o Mañano, o Mañanense, o como se llame… pero que bien escribe!
Si fuera paisano mío, estaría claro: escribiría en maño. como no lo es, diremos que escribe, simplemente, a su puta bola, con perdón. Pero le sale muy bien, eso sí
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… esa oralidad, es el nervio de la escritura de Mañas…, sin llegar a la cota de Irvine Welsh, que aquí tenemos la suerte de contar con el trabajo de Federico Corrientes (aunque no deja de haber quien lo haya cuestionado http://www.ucm.es/info/especulo/numero23/traducci.html), que consigue inervar de ‘flow’ ese material traducido, José Ángel Mañas es quien más se le aproxima…